jueves, mayo 28, 2009

Los ocho pecados capitales del arte contemporáneo

En fin...
Ayudadme a adivinar con qué cara se van a quedar los turistas (y también muchos de los que no lo somos) cuando vean esta espantosa forma de estropear un monumento que pertenece al patrimonio de Salamanca.







"Pero cómo puedes ser tan ignorante... es arte contemporáneo!"
Ah... amén, entonces.


No me interpretéis mal, no deja de ser algo curioso. Y seguramente hasta despierte buen humor. Pero voy a hacer la pregunta obligatoria, la que todo el mundo hace:
hasta qué punto puede considerarse que algo es arte?

Os invito a que leais aquí abajo un resumen de los que José Javier Esparza considera en su libro "los ocho pecados capitales del arte contemporáneo"


1. Búsqueda obsesiva de la novedad, objetivo fundamental del creador. El artista no aspira a crear una buena obra, sino una obra nueva, que sorprenda por su novedad.

2. Desaparición de significados inteligibles. Si no se entiende, mejor. Si se entiende, el artista cree que ha fracasado.

3. Transversalidad de los soportes, todo vale, el propio soporte se convierte en arte. ¿Pero pueden ser arte paquetes de cigarrillos pegados sobre muebles o latas apiladas?

4. La consagración de lo efímero. Las obras no tienen por qué perdurar en el tiempo, parece más que suficiente que existan sólo mientras están expuestas.

5. La vocación nihilista, la carrera desenfrenada por destruir cualquier referencia sólida, estable.

6. Apariencia de subversión, cuando en verdad está en gran parte subvencionada desde el poder de turno, que sigue sin entender ese arte, pero que se siente moderno amparándolo.

7. El naufragio de la subjetividad del artista, que no valora otra realidad distinta de propio yo, y que, por mor a ese culto a su subjetividad más radical, termina por no entenderse ni él mismo.

8. Obliterar cualquier búsqueda de la belleza, concepto que se considera retrógrado y perverso.





(Pero qué te han hecho, Salamanquita mía querida...)

viernes, mayo 22, 2009

flor fea





Ámame, y estarás amando a alguien inferior. A alguien mediocre. Estarás amando a alguien sin nada excepcionalmente bueno que destacar, sin nada demasiado malo que reprochar. Alguien completamente igual al resto. Ámame y estarás amando a la síntesis de lo bueno y lo malo, lo triste y lo feliz, lo pobre y lo rico, lo justo y lo cruel. Ámame y estarás amando a todo el mundo. Ámame y no serás capaz de hacerle daño a nadie porque todos ellos seré yo.






Ámame si te atreves a ser la mejor persona de este estúpido planeta.

viernes, mayo 01, 2009

Oye.

Dos viejos amigos paseaban por Madrid. Uno de ellos hacía diez años que había ido a vivir allí, mientras que el otro había seguido toda su vida en el pueblo en el que los dos habían crecido. Iban hablando por la calle, y sus palabras se mezclaban con las voces de los otros peatones y los insoportables ruidos de máquinas y coches.
En un momento, el chico del pueblo se detuvo y dijo: “Oigo un grillo”.
“¿Cómo vas a oir un grillo? –dijo el otro-. ¿Cómo podría ser que lo oyeses entre tanto ruido?”
El primero, sin decir nada, guiándose por su oído, se dirigió ciegamente a torcer una calle, miró a los pies de dos árboles, y en el segundo, ahí estaba: un grillo.
El amigo, asombrado, soltó una carcajada y dijo:
-¡Qué fenómeno! Tienes suerte chico… me parece que a mí el ruido de estas calles me ha dejado sordo.
-No, no es eso… Cada uno oye lo que le interesa
-No seas modesto!
-No es modestia!
Sonrió, y metió la mano en el bolsillo. Entonces dejó caer al suelo un puñado de monedas, y todo Madrid se giró a mirar.





Creo que más o menos así era la historia que Ansley nos contó mientras hablaba de la importancia del oído. Había preguntado a sus amigos, y todos dijeron que preferirían ser sordos antes que ciegos, excepto una amiga suya.
“Después de todo, cómo te peinas, qué ropa te pones, qué coche te compras… sólo lo haces para que la gente te pregunte qué tal estás”.


Marz