viernes, octubre 28, 2011

Houyhnhnm

24-IV-2011

Odio esa serenidad. Verme y no ponerte nervioso. Me ves y me saludas, sonríes, intercambias palabras, me das una palmada cordial en la espalda.
Hielo. Nada. No sientes nada. Solamente saber que ibas a ir al dentista te provocaba mayor turbación. Yo nunca llegué a enraizar como tus muelas del juicio.

domingo, octubre 02, 2011

Dedalus

En los días que parecen septiembre me acuerdo de tí, en las vías recuerdo una de las despedidas menos tristes, en que el horizonte era una línea oblicua continua que nos rodeaba y abrazaba, diciendo que no querría más ser nuestro enemigo.
Cuando acabó la noche (y con ella no sabríamos que algo más), bajábamos por el camino de la casa de los higos y las moreras, los cogíamos del suelo. La cuesta abajo de la calle era una especie de premonición.
Yo te amé. Han pasado más de mil noches y días y vibrando alteraste mi ánimo, te movías rápido para, sin verte, sentirte, como un mosquito en verano, al que no puedes ver, al que no puedes matar. Que no se va a ir.
Trato de imaginarte y pensar si te reconocería y querría abrazarte. Nunca pensé que dejaría de hacerlo. Suave, te deslizas lento, te incorporas, me miras y me inundas de la culpabilidad de tenerte encerrado. Te tomé hace tiempo, y hace tiempo abrí la puerta, tú has permanecido en ella como dulce prisión, sin querer conocer otras formas de desesperación diferentes. Crecí y tú me mirabas, mi imagen estática, desde tu cárcel de papel.
Ayer en esa caja de zapatos que es donde crece el olvido, te sentí moviéndote para regresar, salir de la crisálida, y decir que todavia tienes rabia suficiente, mariposa, para desplegarte y destruirme.