martes, febrero 03, 2009

Ensayo sobre la infancia

La infancia. Si amigos, esa etapa de felicidad por antonomasia. Periodo de tiempo que, excepto los que nacen viejos –conozco un par de ellos- físicamente todo el mundo ha de tener.

La infancia, periodo bonito y extraño, en que todo es al contrario que en la madurez. Ha habido montones de tipos que han estudiado acerca de esto, por nombrar al mítico, Freud.
Freud estudió qué acciones daban placer al niño durante determinadas etapas. La mayoría estaban relacionadas con mearse o cagarse encima. Y aquello de lo que nos sentimos tan orgullosos, de hacer reir a un niño? Un niño muy pequeño se ríe cuando está asustado (ok. Guardemos nuestras muecas).
Una de las más curiosas que he oído: el niño alarga la mano hacia un objeto alejado no para indicarnos que lo quiere y que se lo acerquemos, sino para cogerlo, ya que aún no tiene formado su esquema corporal y no sabe hasta qué punto su brazo no es infinito.
Otro dato, la hiperactividad infantil disminuye cuando se les suministran al niño anfetaminas. Y los bebés sólo quieren quedarse para siempre con papá y mamá porque son las únicas personas con las que duermen a gusto.

Antiguamente las personas se dividían en niños y adultos. Ancianos no había porque nadie vivía tanto, y la línea de división entre una categoría y la otra se medía según parámetros biológicos –exclusivamente-.
Ahora (como absurdamente se hace en casi todos los estudios) el asunto se ha plagado de subdivisiones. Bebés, niños, adolescentes, jóvenes, adultos jóvenes, adultos mayores, ancianos, cuarta edad y momias. Ahora uno no empieza a ser el grado más bajo de adulto hasta que se tienen veinticinco años.
Entonces, lo que estamos haciendo es alargar la infancia. Me parece correcto. La vida se alarga, pues que se alarguen las dos etapas.


Pero, cómo de ancha es la línea que separa el parchís de la oca- el parchís de la oca- el parchís de la oca? Enseguida nos parece mal si una persona no se comporta de forma adecuada al grupo-subgrupo-subsubgrupo de adulto al que pertenece. Es muy recurrente la frase “qué inmaduro” cuando, realmente, podríamos considerarlo una evolución de la humanidad en la misma línea que hasta ahora, no es cierto?

Así, una se toma la libertad de considerarse (Darwin me daría dos besos) un ejemplo de evolución. Aprendo más por lo que oigo que por lo que leo. La oscuridad me da miedo (como a todo el mundo debería!) y cuando algo de fuera me da miedo pongo hahahah una sonrisa. Yo a veces también pienso que puedo llegar a cosas que están bastante lejos del alcance de mi mano. Y sólo quiero estar unida eternamente a quien me deje dormir tranquila.

Lo de las anfetaminas puedo confesar que nunca lo he probado.
Y lo de mearme encima… bueno, os juro que hace años que no…